lunes, 25 de agosto de 2014

Alemania en los días de Luis II de Baviera

[...]tanto la década de los cincuenta como la de los sesenta vieron la expansión de la educación, la difusión de la fe en la ciencia y el progreso y la proliferación de instituciones educativas y culturales, como por ejemplo museos, zoos, teatros y galerías de arte: una sólida cultura burguesa se estaba desarrollando sobre la base de una economía cada vez más poderosa, pero una cierta incertidumbre se cernía sobre su identidad, no sólo con respecto a la no resuelta cuestión de la unificación, sino también en lo concerniente a la identidad nacional y a las relaciones con el pasado y el futuro. Esto resultaba evidente incluso en los curiosos estilos arquitectónicos de los templos seculares erigidos al progreso, como las grandiosas estaciones de ferrocarril y los pomposos bancos y edificios públicos, cuasimedievales, que se construyeron en esa época, por no mencionar los palacios de hadas del desequilibrado rey Luis II de Baviera. Pero, al mismo tiempo, la vida para la gran mayoria de los alemanes no parecía haber cambiado demasiado: aquellos campesinos que no se veían afectados por el desplazamiento a las ciudades o implicados en la ola de emigración a America vivían en grandes familias, en comunidades relativamente compactas, dominadas por lo general por la Iglesia local, simplemente inconscientes o capaces de hacer caso omiso de los profundos cambios que ocurrían a nivel nacional, excepto cuando acontecimientos especiales afectaban la rutina cotidiana.

Lo que ocurrió en 1871, bajo el calificativo de «unificación», no fue tanto el resultado o la expresión de un nacionalismo alemán en ciernes, sino más bien una forma de expansionismo y colonización prusianos de la Alemania que no le pertenecía, en competencia con una excluida Austria. Una serie de acontecimientos ocurridos en la década de los cincuenta, entre los que se contaban la Guerra de Crimea y los problemas en Italia, habían debilitado la situación de Austria, por lo que ésta dirigía cada vez más su atención a Alemania; pero su atraso económico limitaba en gran medida su capacidad para desafiar con éxito a Prusia. No se puede afirmar que el resultado final del choque estuviera predeterminado, pero la vencedora última de los enfrentamientos de tanteo entre estas potencias rivales durante la década de los sesenta fue la Prusia dirigida por Otto von Bismarck (que tomó de los liberales la bandera nacionalista para resolver una crisis interna prusiana) [1].
  

[1] FULLBROOK Mary (1990), traducción de Beatriz García Ríos (1995). Fragmento del capítulo “La unificación de Alemania” (p. 173-174). Historia de Alemania, University Press, Cambridge.
 
 

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