lunes, 19 de marzo de 2018

El Gran Viaje de Pedro I (19 de marzo de 1697)


“El mundo es un libro y aquellos que no viajan solo leen una página”
- San Agustín de Hipona –
Por Gabriel Macías Nito 
Durante el reinado de Pedro I el Grande, Rusia se entró a la escena de la historia de Europa, y comenzó el camino para hacer que este inmenso imperio se convirtiera en una de las potencias del viejo continente. 

Hasta la llegada de Pedro I, a mediados del siglo XVIII, Rusia solo había volteado su mirada al continente asiático, su territorio se extendía miles de kilómetros, desde las fronteras de Europa oriental hasta el océano pacífico, sin embargo, este colosal territorio, vivía aún en el feudalismo, incluso, podría decirse, provincial. Además hasta entonces Rusia apenas volteado su mirada a los mares y la navegación.

Es curioso que, en este colosal territorio, Pedro I se sintiera prisionero, y fue este sentimiento lo que le llevó a emprender un viaje. El 19 de marzo de 1697, la Gran Embajada, dirigida por el zar, salió de Moscú para visitar  Europa occidental. Fue el primer zar en abandonar su país en tiempos de paz, así “abrió una ventana a Europa”. A su regreso, comenzarían cientos de reformas y Rusia nunca sería la misma, Europa se convertiría en el modelo a seguir.

La Embajada estaba compuesta por unas 250 personas, el primer objetivo era fortalecer y expandir la unión entre Rusia y Europa para luchar contra el Imperio otomano. En el camino conoció sobre la cultural, la política, la moda, los idiomas, los modales, la economía, los grandes viajes a otros continentes.

Recorrió el Sacro Imperio, las Provincias Unidas de Holanda, Flandes, Inglaterra, Francia. A lo largo de este viaje, Pedro recopiló información, tecnología, vivencias y contrató a miles de ingenieros, militares, artesanos, arquitectos, pintores, músicos. A todos los llevó a Rusia. Entre los distintos reyes, artistas y militares; destaca su encuentro con Isaac Newton en cual fue verdaderamente revelador para el joven zar.

Pedro asistió a sesiones del parlamento inglés y habló con obispos eclesiásticos y políticos. Buscó innovaciones tecnológicas e inventos, especialmente en la construcción naval. Observó e incluso trabajó en astilleros y visitó fundiciones de cañones, fábricas y consultorios médicos.

Cuando regreso a Moscú en 1698, Pedro instruyó a la gente a que aprendiera modales occidentales; cortó las barbas de los miembros de su corte. Los vistió a la moda europea. Muchos quedaron horrorizados por sus acciones y quien le criticaba era duramente castigado. El zar eligió un camino de desarrollo más occidental para su país y muchas, cientos de reformas siguieron a este viaje.

La “gran ventana” la abrió un poco después de su regreso, en 1710, aquel año comenzó la construcción de un nuevo puerto, y ahí, el Palacio de verano, residencia estival de los zares. En 1712, decidió trasladar la capitalidad de Moscú a la que desde entonces llamó San Petersburgo, la cual ennobleció y llenó de lujo hasta convertirla en la gran ciudad imperial.

Todas las reformas, por las que Pedro I pasó a conocerse como el Grande comenzaron después del Viaje de Pedro el Grande.


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